Lecciones posteriores al desastre: qué se debe aprender y cómo

Mientras el mundo hoy es testigo de desastres y crisis sin precedentes de todos los tipos, tamaños y en todos los frentes, es imperativo saber cómo hacer frente a estos incidentes. También es importante saber aprovechar las lecciones derivadas de estos desastres cada vez que ocurren, sin importar si son naturales, provocados por el hombre o tecnológicos. Las lecciones aprendidas suelen subestimarse por diversas razones. Pero quizás un factor predominante es que en algunas culturas los desastres se consideran sucesos inevitables –o actos de Dios– durante los cuales la única respuesta de las personas es la sumisión total y la aceptación pasiva de las consecuencias adversas de estos acontecimientos.

 

Cada vez que ocurre un incidente importante, se pueden aprender nuevas lecciones. Los expertos sostienen que aprender de la experiencia es más eficaz porque las personas están sujetas a circunstancias reales que a escenarios hipotéticos. Este argumento se aplica igualmente al contexto social y organizacional. El aprendizaje experiencial permite a los responsables de la toma de decisiones y a los responsables políticos tomar decisiones más realistas y asignar recursos de manera más prudente. Esto les permite cumplir funciones comerciales y sociales críticas y permite a las personas observar, improvisar y participar más activamente en la escena del incidente.

 

En este artículo, propongo que aprender de los desastres y las crisis debería convertirse en un proceso sistemático y organizado en lugar de una actividad basada meramente en la observación o la intuición. Debe quedar claro que las lecciones aprendidas son diferentes a la evaluación de daños. Las evaluaciones de daños se centran en identificar los daños tangibles o físicos que ya se han producido en la infraestructura y el entorno construido. Las lecciones aprendidas deben extraerse de manera más exhaustiva para cubrir todos los aspectos del incidente, incluida una autopsia que identifique qué salió bien y qué salió mal.

 

En consecuencia, clasifico los tipos de lecciones aprendidas en cuatro categorías distintas según la impresión general sobre los resultados del proceso de gestión y el tipo de intervención, como se muestra en la siguiente figura.

 

 

En caso de que los resultados de la gestión hayan ido bien según lo planeado, la lección aprendida es adoptar las intervenciones o mecanismos de respuesta que se han utilizado como mejores prácticas para propósitos futuros. En caso de que los resultados fueran buenos, pero fueran el resultado de intervenciones humanas espontáneas o no planificadas durante el incidente, la lección aprendida es realizar un diagnóstico más detallado de estas intervenciones para validar su idoneidad a largo plazo para futuros sucesos. En caso de que los resultados de la gestión fueran incorrectos (es decir, resultados no deseados) basándose en un conjunto de medidas predefinidas, la lección aprendida es corregir o rediseñar estas medidas para adaptarse mejor a posibles incidentes futuros. En caso de que las intervenciones espontáneas produzcan resultados indeseables o destructivos, la lección aprendida es que tales patrones de comportamiento deben evitarse la próxima vez que ocurra un incidente. Se espera que la figura anterior proporcione información aún más útil si se aplica de manera realista, regular y objetiva.

 

Un caso notable que demuestra el valor de las lecciones aprendidas de los desastres es el caso del río Huang He en China. En 1933, el río se desbordó y arrasó pueblos y tierras de cultivo. Mató a miles de personas y dejó a millones sin hogar. Durante cientos de años, las personas que vivían a lo largo del río intentaron controlar las frecuentes inundaciones del río. Sin embargo, el barro siguió provocando que el nivel del cauce del río aumentara con el paso de los años. Según el modelo conceptual presentado anteriormente, dichas intervenciones no planificadas representan aquellas que deberían haberse evitado ya que los resultados del proceso de gestión arrojaron resultados negativos. Las inundaciones solían ocurrir anualmente y causaban niveles similares de daños cada año. Finalmente, la gente decidió detener el desbordamiento del río construyendo las orillas para formar muros altos o diques. Desafortunadamente, esto exacerbó la situación ya que muchos de ellos colapsaron. Según el gráfico anterior, estas intervenciones planificadas representan aquellas que deben corregirse o rediseñarse ya que los resultados de la gestión también fueron negativos. Después de muchos años, la gente reconoció (aprendiendo de sus experiencias anteriores) que la mejor manera de prepararse para futuras inundaciones es plantando árboles y otra vegetación a lo largo del río. Las plantas ayudaban a absorber la lluvia y reducir la erosión del suelo que arrastraba el sedimento al río. Según la figura anterior, estas intervenciones planificadas representan aquellas que deben adoptarse y aquellas que realmente se adoptaron en el terreno real porque arrojaron resultados positivos.

 

Cabe señalar que la gestión de desastres y crisis son procesos dinámicos. El pleno cumplimiento de los procedimientos y normas a veces puede resultar perjudicial. Un análisis basado en datos e información reales recopilados en la escena del incidente proporciona lecciones más objetivas y realistas que no sólo son útiles para comprender o aclarar los diferentes aspectos de un incidente, sino que también sirven como facilitadores para el éxito futuro. Uno de los inconvenientes de los procedimientos es la brecha que crean entre la teoría y la práctica. Cuantas más lecciones se agreguen a las bases de datos sobre desastres, más capaces serán las sociedades en sus futuros encuentros. Tampoco es suficiente confiar plenamente en la teoría para gestionar los desastres y las crisis. Lo que las personas y las organizaciones experimentan y aprenden es lo que marca la diferencia. En el pasado, la naturaleza, la complejidad, y la dinámica de los desastres y crisis eran más simples y por lo tanto procedimientos simples eran adecuados para tener un control total sobre el evento. Hoy en día, los grandes acontecimientos son multifacéticos y multidimensionales debido a la conexión y la integración entre todos los sectores, industrias y los factores económicos, políticos, ambientales y financieros.

 

Hoy en día, con la ayuda de la tecnología, las lecciones aprendidas pueden incorporarse a los sistemas de gestión de desastres y a las redes sociales e interorganizacionales que combinan múltiples métodos y técnicas para proporcionar información más relevante en eventos de peligro y situaciones de emergencia. En Estados Unidos, por ejemplo, los sistemas de gestión de desastres dependen en gran medida de redes de socios de los sectores público, privado y sin fines de lucro. Las redes de gestión de desastres se están utilizando más activamente a nivel de gobierno local, estatal y nacional. Las lecciones aprendidas permiten que los marcos de apoyo a la toma de decisiones prioricen las áreas de interacción y las formas de colaboración de las partes interesadas.

 

IHAB HANNA SAWALHA es profesor de continuidad del negocio y planificación estratégica. Tiene un doctorado de la Universidad de Huddersfield, Reino Unido, y un MBA de la Universidad de Coventry, Reino Unido. Ha publicado numerosas publicaciones en los campos de la gestión de riesgos, desastres y continuidad. Se puede contactar al autor en ihabsawalha78@gmail.com .

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