Alucinaciones de IA como demencia

UN MARCO COGNITIVO PARA COMPRENDER LAS FALLAS DE LA IA GENERATIVA PARA PROFESIONALES DE RECUPERACIÓN ANTE DESASTRES

No lo edulcoremos: la IA generativa no es magia. Es probabilidad disfrazada. Le das una indicación y enlaza palabras no porque sepa, sino porque adivina. Elocuentemente. Con convicción. A veces, peligrosamente.

Ahora imagina a un humano (traje elegante, tono seguro) que recita hechos inventados con absoluta convicción. Sin conciencia de error. Sin recuerdo de haber mentido. Solo una creencia pura y sin filtros en lo que dice. Eso no es inteligencia. Es demencia.

Y ese es exactamente el problema al que nos enfrentamos hoy con la IA.

 LA PARADOJA DE LA ELOCUENCIA ARTIFICIAL

Los planes modernos de continuidad de negocio y recuperación ante desastres se basan en fallos predecibles: cortes de energía, ciberataques, pandemias. La IA introduce un tipo de riesgo diferente: uno que se disfraza de competencia mientras sabotea silenciosamente la precisión.

Lo llamamos alucinación cuando un modelo generativo como ChatGPT inventa un caso legal, tergiversa una regulación o hace referencia a un protocolo gubernamental inexistente. Pero dejemos de decir que esto es inofensivo. La alucinación de la IA no es un fallo técnico. Es una característica sistémica de cómo se construyen los modelos lingüísticos.

Para el oído inexperto, una salida alucinada suena autoritaria. Para un gestor de continuidad poco preparado, suena procesable. Y ahí es donde reside la verdadera amenaza.

 DEMENCIA EN LA MÁQUINA

La demencia, tal como la entendemos en humanos, es un trastorno neurológico caracterizado por distorsiones de la memoria, pérdida de la percepción de la realidad y confabulaciones; recuerdos falsos que el cerebro rellena para mantener una narrativa coherente. Estas personas no mienten. Simplemente desconocen que su verdad está rota.

La IA generativa funciona de forma similar. Al enfrentarse a datos incompletos o contextos de baja confianza, llena el vacío; no con hechos, sino con ficciones fluidas. No hay consciencia ni comprensión, solo un modelo de aprendizaje profundo que optimiza lo que suena correcto basándose en patrones estadísticos.

Desde esta perspectiva, la alucinación no es solo un error. Es la versión de la IA del colapso cognitivo. Al igual que la demencia en humanos, suele pasar desapercibida hasta que el daño ya está hecho.

 RIESGOS DE CONTINUIDAD DEL NEGOCIO EN LA ERA DE LA POSVERDAD

He aquí la pesadilla de la gestión de la continuidad:

Un analista con exceso de trabajo utiliza IA para generar un protocolo de respuesta a emergencias. La IA extrae el texto de documentos adyacentes, pero no relacionados. Alucina el protocolo de contacto para un derrame químico, haciendo referencia a una directiva federal inexistente. El documento tiene un buen formato, un tono profesional y nadie verifica la fuente.

Y entonces llega la verdadera emergencia.

Hay vidas en riesgo. La exposición legal se dispara. ¿Y el informe que provocó el fallo? Lo generó en 45 segundos un chatbot que desconocía su error. En este mundo, la alucinación no es solo una molestia, sino un vector de vulnerabilidad silencioso.

 LA ILUSIÓN DEL CONTROL

Cuanto mayor sea la fluidez de la máquina, mayor será nuestro sesgo cognitivo hacia la confianza. Es lo contrario del valle inquietante: a medida que las máquinas suenan más como nosotros, dejamos de creer. Confiamos en la confianza. Confiamos en el formato. Confiamos en el tono.

Pero olvidamos que el modelo no es razonamiento, es remezcla mientras tira dados de probabilidad.

Esto tiene implicaciones alarmantes para la recuperación ante desastres y la planificación de la continuidad. En ámbitos donde la integridad de la información es crucial (protocolos de riesgo, redundancias en la cadena de suministro, matrices de riesgo), los datos alucinados pueden introducir defectos latentes. Estos errores suelen permanecer ocultos hasta el momento en que menos podemos permitírnoslos. Luego se amplifican a velocidades cercanas a la computación cuántica.

 LA EXPERIENCIA NO ES OPCIONAL

La IA simplemente no puede reemplazar al profesional en resiliencia. Si bien la IA puede procesar el lenguaje, no puede conocer la sabiduría. Puede crear un informe o un plan, pero no puede asumir la responsabilidad. Si bien puede remezclar protocolos con precisión quirúrgica, no puede analizar la ambigüedad, la complejidad y las zonas grises que los profesionales en resiliencia suelen tomar en cuenta al abordar riesgos del mundo real. En palabras de la propia Reina B , el profesional experimentado en resiliencia es «irreemplazable».

En la Continuidad del Negocio, la recuperación ante desastres, el riesgo y el cumplimiento normativo, el éxito no se basa en probabilidades, sino en el buen juicio, la confianza y la experiencia. ¿Puede la IA ayudar? Sin duda. En las manos adecuadas, puede acelerar la productividad, pero no puede reemplazar el pensamiento crítico, la creatividad y la fluidez de dominio que aportan los expertos conscientes. Aquí hay algunas razones por las que los humanos con experiencia son superiores:

  • La gestión del cambio requiere liderazgo: los planes, estrategias, procesos, etc., formalizados no surgen de la nada. Se elaboran mediante una rigurosa evaluación, colaboración interdisciplinaria y ciclos de aprobación que requieren un profundo conocimiento de la materia. Los expertos humanos abordan los matices organizacionales, alinean a las partes interesadas, comprenden y flexibilizan su inteligencia emocional; todo ello, a la vez que evalúan las disyuntivas sutiles que la IA no puede detectar.
  • Ejercitar es un deporte humano. Probar es fácil. Sistemas, procesos, aplicaciones… probarlos es validar una y otra vez el principio de » si esto, entonces aquello «. Hasta el punto de que, incluso después de cientos de millones de intentos, el resultado no solo permanece igual, sino predecible. Ejecutar un plan, un sistema o un proceso (o mejor aún, a las personas que lo ejecutan) es el ámbito donde la experiencia adquirida, el conocimiento multidisciplinar y la capacidad de ver más allá de lo establecido cobran importancia. En este ámbito, los humanos liderarán hasta que la IA adquiera consciencia. Esto, según las mejores predicciones, ocurrirá en unos 500 mil millones de años.
  • La creatividad es clave para la estrategia. Los profesionales de la resiliencia no se limitan a implementar. Creamos estrategias a medida, adaptadas a los riesgos, las prioridades y la cultura organizacional. Esto significa ir más allá de los límites, ir al grano, dar color a las zonas grises de la vida y los negocios, donde reside la grandeza y se dan pasos profesionales legendarios… algo que la IA simplemente no puede lograr.
  • El razonamiento vive en la incertidumbre: El cumplimiento normativo no siempre es blanco o negro. A menudo exige interpretación, discreción y la capacidad de tomar decisiones justificables en momentos de ambigüedad. En momentos que requieren matices, la IA no puede calcular la razón del método, y mucho menos por qué se necesita la locura para lograr el resultado correcto. Como se mencionó anteriormente, este es un área donde la IA presenta un fallo cognitivo. Solo profesionales humanos con experiencia pueden gestionar estos momentos, con visión de futuro y la responsabilidad que exige el liderazgo.

En manos de un experto, la IA puede ser un multiplicador de fuerza. Sin experiencia, la IA no es una herramienta, sino simplemente un lastre más de la pila tecnológica. La alucinación no se trata solo del resultado; es la creencia de que la máquina entiende lo que hace.

 HACIA LA CONTINUIDAD COGNITIVA: UN MARCO PARA LA RESILIENCIA

Si aceptamos que las alucinaciones de la IA reflejan el deterioro cognitivo, debemos tratar a los sistemas de IA no como oráculos sobrehumanos, sino como agentes cognitivos falibles: brillantes en ciertas condiciones, poco fiables bajo estrés y propensos a averías si no cuentan con barandillas.

Así es como empezamos a poner en práctica ese conocimiento:

  1. Alfabetización en IA como competencia fundamental: Todo profesional de la continuidad y el riesgo debe recibir formación sobre las limitaciones de la IA generativa. No solo sobre cómo usarla, sino también sobre cómo desconfiar de ella. Enseñe a las personas a detectar las alucinaciones, como enseñamos a las enfermeras a detectar los primeros signos de un derrame cerebral.
  2. Verificaciones de redundancia cognitiva: Al igual que los sistemas humanos requieren controles y contrapesos, los resultados de la IA deben ser revisados ​​por pares expertos en la materia. Si se utiliza IA para generar planes de continuidad, estos deben someterse a una «verificación de cordura» por parte de personas con conocimiento del terreno.
  3. Auditoría de memoria de IA: Implemente la documentación de la cadena de custodia para el material generado por IA. Sepa cuándo se generó, quién lo generó y bajo qué parámetros. En entornos de alto riesgo, el historial de versiones marca la diferencia entre la trazabilidad y el caos.
  4. Protocolos de seguridad para sistemas mejorados con IA: Cree políticas que asuman que la IA alucinará. Diseñe alertas o umbrales del sistema que requieran intervención humana cuando se activen ciertas condiciones de riesgo.
  5. Mecanismos de IA para reportar alucinaciones: Trate las alucinaciones como tratamos los cuasi accidentes de seguridad. Rastréelos, regístrelos, estúdielos. Úselos para mejorar la concientización y el diseño de todo el sistema.

Conclusión: La confianza debe ganarse, no darse por sentada

Estamos entrando en una era en la que la cognición sintética está integrada en nuestros sistemas de continuidad, protocolos de emergencia y herramientas de modelado de riesgos. No va a desaparecer. Pero el riesgo tampoco.

Dejemos de fingir que la IA es solo una hoja de cálculo mejor o un becario más rápido. Llamémosla por su nombre: un sistema cognitivo alienígena que no conoce la verdad, solo la coherencia. Y como un paciente con demencia, sus resultados necesitan supervisión, contexto y, sobre todo, empatía por parte de los humanos que aún tienen la responsabilidad de tomar decisiones. Porque cuando ocurra el próximo desastre, no importará que el sistema haya hablado con elocuencia.

SAMSON WILLIAMS Y JONATHAN NIEVES

Samson Williams es un futurista, estratega sénior en resiliencia organizacional y asesor que escribe sobre la intersección de las tecnologías emergentes, la cognición humana y el riesgo sistémico. Su trabajo desafía el mito de las máquinas infalibles y la ilusión de seguridad en los sistemas automatizados. Bebe su café solo y su verdad resulta incómoda.

Jonathan Nieves es un experto de confianza en resiliencia organizacional y estrategia de cumplimiento. Es conocido por desarrollar marcos escalables y alineados con los estándares que transforman la incertidumbre en confianza. Su trabajo se sitúa en la intersección de la claridad regulatoria, la integridad operativa y la resolución creativa de problemas, donde la resiliencia se convierte en una ventaja competitiva.

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